En un entorno marcado por la volatilidad económica, los cambios regulatorios y la disrupción tecnológica, la gestión del riesgo se consolida como una disciplina clave para asegurar sostenibilidad y resiliencia organizacional.
La incertidumbre dejó de ser una excepción para convertirse en la norma del entorno empresarial. Presiones inflacionarias, transformaciones regulatorias y la creciente exposición a ciberataques han configurado un escenario en el que la gestión del riesgo ya no es una función de control, sino un motor estratégico.
“Los riesgos que enfrentan las empresas chilenas se han vuelto más endógenos y complejos; ya no provienen únicamente de factores externos, sino también de su propio entorno político, social y tecnológico”, explica José Luis Ruiz, profesor asociado del Departamento de Administración y director académico del Diplomado en Administración de Riesgos, de Unegocios FEN UCHILE.
Ruiz destaca que una de las áreas más subdesarrolladas sigue siendo la relacionada con la ciberseguridad y la protección de datos sensibles, junto con los impactos derivados del cambio climático y las nuevas exigencias ambientales y sociales. “Una gestión adecuada de estos riesgos permite a las organizaciones fortalecer su permanencia y su reputación en el largo plazo”, añade.
Durante años, el concepto de riesgo se entendió desde una lógica contable o financiera. Hoy, esa mirada se amplía hacia dimensiones sociales, tecnológicas y ambientales, donde la prevención, la ética y la adaptabilidad son factores determinantes para el éxito empresarial. “Las organizaciones deben aceptar, mitigar o transferir riesgos de acuerdo con su apetito y estrategia. El riesgo deja de ser una amenaza y pasa a ser un componente que, bien gestionado, puede generar valor”, sostiene Ruiz.
Del enfoque reactivo a la anticipación estratégica
La diferencia entre una empresa que anticipa y otra que reacciona define su sostenibilidad. “Una organización que planifica sus riesgos a largo plazo está mejor preparada para competir en un entorno cambiante”, señala el académico. Esta planificación no solo permite reaccionar a tiempo, sino también identificar oportunidades que otros no ven.
En el caso chileno, los cambios normativos, en materia de sostenibilidad, transparencia o tributación, han incrementado la presión sobre el sector privado. El especialista plantea que las empresas deben “participar activamente en los procesos regulatorios, invertir en capacitación y construir estructuras internas más flexibles, capaces de adaptarse rápidamente a los ajustes que impone el entorno”.
El académico advierte, además, que los riesgos reputacionales pueden ser más devastadores que los financieros. “En un mundo donde las redes sociales amplifican cualquier incidente, la transparencia y la ética son indispensables para proteger la confianza. Los estándares éticos no son una opción, son parte del modelo de sostenibilidad empresarial”, afirma.
El nuevo liderazgo frente al riesgo
Gestionar riesgos hoy implica tener una visión sistémica. Los ejecutivos deben comprender a la organización como un ecosistema interconectado: clientes, reguladores, competencia y comunidad. “En este contexto, los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) se convierten en un eje esencial para el desempeño y la reputación corporativa. Los líderes capaces de identificar oportunidades dentro de la incertidumbre son quienes marcarán la diferencia”, puntualiza Ruiz.
En un entorno donde la estabilidad es relativa, la resiliencia se diseña, no se improvisa. Comprender, anticipar y comunicar los riesgos de manera integral es hoy una exigencia para toda organización que aspire a prosperar con solidez en el largo plazo.