Chile es el país más largo del mundo con 4.329 kms y sus costas son bañadas en una extensión de casi 8.000 kms por el Océano Pacífico. Según la FAO la pesca y acuicultura son uno de los principales medios de vida, ingreso y alimentación de millones de personas en el mundo. Señala que el pescado sigue siendo uno de los productos más comercializados del mundo y “más de la mitad de las exportaciones proceden de países en desarrollo” (FAO, 2016) y, además, seguirán contribuyendo mares y aguas continentales a una población que el año 2050 alcance a los 9.700 millones de personas en el mundo.
El crecimiento azul es una estrategia que reconoce la importancia de los mares y océanos como motores de crecimiento. En Europa es la contribución de la política marítima integrada en la consecución de tres componentes tales como medidas específicas (conocimiento, ordenamiento y vigilancia); estrategias de cuencas marítima que tienen en cuenta factores climáticos, culturales, económicos y, finalmente, actividades específicas en temas como turismo, acuicultura, biotecnología, energía y explotación minera en mares y océanos,
En un momento de incertidumbre mundial respecto a temas financieros, medioambientales y de desplazamiento de millones de personas en busca de mejor calidad de vida o de supervivencia humana, cabe preguntarnos cuál es el papel de la pesca, mares y océanos en la alimentación de las generaciones presente y futura. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible y la Agenda del 2030 se hacen cargo de esta realidad en favor de la seguridad alimentaria, medios de vida y nutrición, donde la gestión prudente de los recursos marinos es esencial para la sostenibilidad del planeta y la humanidad.
En la actualidad más de 3 mil millones de personas dependen de la biodiversidad biológica marina y costera para su medio de vida; cerca de 200 mil especies reconocidas pero cada día el aporte científico ofrece nuevo conocimiento; respecto al calentamiento global los océanos absorben cerca del 30% de los dióxidos de carbono producido por los seres humanos. Por lo tanto su gestión prudente es vital para la supervivencia humana. Más de 160 mil millones de los ingresos mundiales derivados de los océanos proceden del turismo marino y costero.
En la actualidad, según estadísticas de la FAO señala que desde el año 2014 “se alcanzó un hito cuando la contribución del sector acuícola al suministro de pescado para consumo humano superó por primera vez la del pescado capturado en el medio natural” y donde China fue un gran contribuyente al representar casi el 60% de la producción acuícola mundial. Si bien el consumo humano aparente crece más en países desarrollados al 26,7% mientras que, en los países en desarrollo su consumo aparente per cápita alcanzaría los 7,6% donde del 84%. En el 2014 América Latina aportaba con el 4% de la población mundial dedicada a la pesca y acuicultura.
Chile y Perú se encuentra entre los 25 países pesqueros con más incrementos en captura el año 2014 superando las 100 mil toneladas. Para el año 2014 se evidencia una estabilidad de la pesca artesanal acaparando el 59% de la pesca en aguas nacionales y un 41% a la pesca industrial. Un problema para la sostenibilidad del sector es que para el 2015 de las 33 pesquerías ocho estaban sobrexplotadas, ocho agotadas y veintidós en plena explotación, según datos del INE., Mientras que, en el empleo generado por la industria de la pesca, incluida acuicultura el año 2015 alcanzaba los 60 mil puestos de trabajo. Sin embargo, los problemas de marea roja acaecidos el 2016 deja en evidencia la necesidad de una política marítima integrada capaz de desafiar los desafíos venideros.
El agotamiento de espacios marinos y costeros amenazados por la actividad humana por el vertimiento de residuos, contaminación y con ello pérdida de los ecosistemas marinos tan importantes para el turismo, investigación y actividades económicas locales nos plantea la necesidad de crecimiento azul insospechado. Actualmente, Chile transita lentamente hacia una mejor institucionalidad, sin embargo, desde la perspectiva de los ODS y Agenda 2030 se requiere como en tantos ámbitos un enfoque que concilie un crecimiento inteligente, sostenible e integrador.